Buchones: las increíbles historias de periodistas que ayudaron a la dictadura
Ramón Ábalo, viejo periodista defensor de los derechos humanos.
Ramón Ábalo, periodista, escritor y militante de la LADH, saca a la luz casos que muchos mendocinos se negaron a creer durante años y que empiezan a tener confirmación. El periodista que se calzó uniforme. El que tenía listas negras en el cajón.
A los 16 años, Ramón Abalo entró a trabajar como periodista por primera vez. Participó de la redacción del diario La Tarde, y aún hoy, transitando su octava década de vida, continúa siéndolo, aunque de manera "independiente", una sutil forma de llamar -dice- a "los desocupados".
En su libro “El terrorismo de Estado en Mendoza” había anticipado sus sospechas que hoy cree haber confimado con la reproducción por parte de MDZ del nombre de José Domínguez Palazzini como parte de la lista de colaboradores civiles del Batallón 601 que dio a conocer la revista Veintitrés.
“Estaba claro que era un propagandista de la dictadura”, asevera hoy Ábalo mientras escudriña la larga lista de más de 800 periodistas que sirvieron, al parecer gustosamente, al terrorismo de Estado a lo largo y ancho del país.
Inmediatamente, agrega: “Hay muchos más; algunos, por formación, por convencimiento propio, porque en esas épocas estaban mal vistos los movimientos revolucionarios de Latinoamérica y Africa. Pero muchos otros, lo hicieron a sueldo, directamente puestos al servicio de la dictadura”.
Ábalo se atreve a dar nombres, como ya lo había hecho en la primera edición de su libro, en la que anticipó que “en ese entonces (los tiempos del último golpe) se había hecho cargo del noticiero del Canal 9 y desde allí se convertiría en uno de los más exaltados propagandistas de la dictadura militar)”. Relata en su libro que en 1983, una vez recuperada la democracia y aunque hoy se sabe que el Batallón 601 recién fue desmantelado en el año 2000, Domínguez Palazzini –conocido en la jerga militar, según denunció Gustavo Solanes como el “Capitán Nicolás”- se “refugió en Capital Federal”, aunque luego, apostando “a la mala memoria colectiva, fue nuevamente en Mendoza un expectante periodista con el privilegio de opinar sobre todo”, tal como lo relata el autor en su libro “El terrorismo de Estado …”.
Con y sin uniforme; una misma pasión
Ramón Ábalo relata dos sucesos que marcaron a fuego al periodismo mendocino y que tienen que ver con el sorpresivo hallazgo de compañeros de trabajo “buchones” o bien, hasta con su propio orgullo de exhibirse como informantes de quienes perseguían a los que pensaban diferente.
Así es que relata que, en los años de plomo y aún antes, los medios acostumbraban a tener a un periodista acreditado en dependencias militares. En el lenguaje castrense, eran considerados como “corresponsales de guerra”.
Un periodista llamado Raúl Brigadín ocupaba ese rol en un medio mendocino. Cuando el golpe se produjo, Ábalo recuerda que “este mediocre escriba fue hasta el Comando Militar, reclamó su uniforme y se apareció en la redacción vestido así y dispuesto a cazar enemigos”.
Aquí, un caso de orgullo autorevelado. Pero hubo uno que tomó por sopresa a sus compañeros de trabajo. Este último fue el de Enrique Coll, “que había sido jefe de noticias”. Ábalo cuenta que “un par de años después del golpe falleció en Chile. Junto con un jefe me tocó desocupar los cajones de su escritorio y allí encontramos material y lista de personal que informaba ´a los servicios´sobre la calidad político-ideológica de los periodistas”.
¿Eran periodistas metidos a “buchones” o viceversa?, le preguntamos a Ramón Ábalo, quien la pasada Feria del Libro presentó una reedición de su volumen. “Había de todo; hay de todo, porque Palazzini o Coll están muertos, pero muchos aun viven y no han dado explicaciones si servían al terrorismo de Estado por convicción o como sus cipayos”
Fuente: MDZ. Por Gabriel Conte
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